Dejé tu barra de labios, y con ella un par de años, de quererte por las tardes, de mañanas sin llamarte. Tú me enseñas que, se puede querer, lo que no ves.
Recuerdo que al llegar ni me miraste, fui solo una más de cientos. Sin embargo fueron tuyos, los primeros voleteos. Como no pude darme cuenta... que hay ascensores prohibidos, que hay pecados compartidos, y que tú estabas tan cerca.